Los nombres populares o comunes de las plantas son numerosos, muy cambiantes y suelen tener un rango muy local, además de ser diferentes en cada idioma incluso dentro de un mismo idioma en cada zona pueden recibir apelativos distintos, de ahí la importancia de la nomenclatura científica o binomial – un idioma universal que asigna un solo nombre a una sola especie.
El impulsor de esta nomenclatura fue Carlos Linneo (Carl Nilsson Linnæus) un importante naturalista sueco del siglo XVIII, quien con sus trabajos Systema naturae donde introducía la clasificación de las especie y el libro Species plantarum donde describía más de 7000 especies de plantas, estableció la nomenclatura botánica actual.

Los nombres científicos constan de dos partes, la primera designa el género (ej.Taraxacum) y siempre va en mayúsculas y la segunda designa la especie y va en minúsculas (officinale). Los nombres científicos siempre deben ser resaltados ya sea con cursivas (lo más recomendado), subrayados o negrita.
Gracias a este sistema para nombrar a las plantas tenemos un idioma universal y allá donde vayamos cada especie tendrá su nombre y apellido.
Por otro lado, los nombres de las plantas no están puestos en latín al azar – su significado lleva detrás una historia y una etimología que explican en muchas ocasiones el por qué esa planta es llamada de esa forma; algunos prefijos utilizados se refieren a la ausencia de alguna característica de las plantas como inermis (desarmada- sin espinas) o aphyllus (sin hojas). Otras veces nos revelan algún hábito de la planta (cacahuete es Arachis hypogaea, del griego hypo, debajo, y gaia, tierra). Otras tienen un pasado mitológico haciendo referencia a dioses y leyendas como la artemia o la centaura. «Sativa» significa que se cultiva, a diferencia de lo agreste o silvestre, como por ejemplo la avena (Avena sativa) o el arroz (Oryza sativa). La mayoría de los nombres latinos nos dan pistas sobre alguna de sus características o usos.
Entre las plantas medicinales encontramos bastantes con el apellido «officinalis» haciendo referencia a su uso medicinal en farmacia o botica. Officinalis significa literalmente perteneciente a la oficina, en referencia al almacén de los monasterios medievales. Cuando Linneo escribió ‘Systema naturae’ (1735) decidió utilizar este adjetivo para referirse a aquellas plantas que tuviera un uso medicinal- por ejemplo, la lavanda (Lavandula officinalis), el romero (Rosmarinus officinalis) o la valeriana (Valeriana officinalis).