Hoy vengo a hablaros de todo un símbolo para nosotros los vascos, el eguzkilore, la flor del sol. Nos os sorprenderá verlo colgado en las puertas de nuestros hogares, una planta protectora, llena de simbolismo y tradición. Se trata de la flor del cardo silvestre –carlina acaulis que crece en las laderas soleadas y praderas pedregosas de las montañas de Cantabria y el País Vasco, entre junio y septiembre. Es natural de Europa central y Pirineos, creciendo en las laderas soleadas de montañas, pastizales y prados. Es una planta bienal perenne de tallo rígido y reducido de hasta unos 20 cm. de altura que crece casi pegada al suelo y brota en forma de roseta de hojas recortadas y espinosas, y brácteas anchas y carnosas, de gran parecido a las del cardo. La cabeza floral se encuentra en el centro de la roseta y no se marchita, y eso hace que mantenga su belleza y su frescura. Actualmente es una especie protegida por lo que está prohibido cortarla. Para no tener que renunciar a esta curiosa tradición, se pueden adquirir eguzkilores naturales de cultivo, o bien elegir una reproducción artesanal.
Todo un símbolo de la milenaria mitología vasca. La Eguzkilore protege las casas de males, enfermedades, tormentas y brujas. La encontraremos en las puertas de las casas y caseríos para evitar que el rayo caiga en ese hogar, así como para ahuyentar a las brujas (sorginak), en la creencia de que éstas no podrían entrar en ella antes de haberle quitado todas las hojas a esta planta, tarea en la que se les irá el tiempo y amanecerá, teniendo que volver a sus refugios subterráneos. En otras versiones, la mera visión de la eguzkilore en la puerta del caserío les hacía creer que era el mismo sol (eguzki) y que ya despuntaba el alba por lo cual debían retirarse a sus cuevas.

Actualmente no se usa, pero la carlina contiene un aceite esencial, destilado de su raíz muy utilizado en el tratamiento de dermatitis, eccemas y acné, por sus propiedades antibióticas. El centro carnoso es comestible, pero a dosis altas actúa como emético. Las decocciones de su raíz recolectada en otoño se han usado como diurético, diaforético y colagogo. También posee principios amargos con efecto aperitivo y digestivo.

La leyenda del Eguzkilore
Hace miles de años, cuando la vida comenzó en la Tierra, no existía el Sol ni la Luna.
Hombres y mujeres vivían en la oscuridad, asustados por las criaturas que salían de las entrañas de la tierra.
Los seres humanos, decidieron pedir ayuda a la Tierra.
– Amalur, Madre Tierra, te pedimos que nos protejas de las criaturas que nos acechan.
– Hijos míos -les dijo la Madre Tierra- crearé un ser luminoso al que llamaréis Luna.
Y la Tierra creó la Luna.
Al principio, las criaturas se asustaron y permanecieron en sus cuevas sin atreverse a salir, pero no tardaron en acostumbrarse a la luz de la Luna.
Una vez más los seres humanos acudieron a la Tierra.
– Amalur, Madre Tierra, gracias por crear la Luna, pero aún necesitamos algo más poderoso, puesto que las criaturas no dejan de acosarnos.
– De acuerdo -respondió la Madre Tierra- crearé un ser todavía más luminoso al que llamaréis Sol. El Sol será el día y la Luna, la noche.
Los seres humanos se alegraron, el Sol era tan luminoso y caliente que gracias a él, crecieron las plantas.
Sin embargo, las criaturas y las brujas no pudieron acostumbrarse a la claridad del día y solo pudieron salir de noche.
Angustiados los seres humanos, pidieron nuevamente ayuda a la Tierra.
– Amalur, Madre Tierra, estamos muy agradecidos por tus regalos, la Luna y el Sol, pero aún necesitamos algo más. Durante el día no tenemos temor, pero al llegar la noche las criaturas salen de sus cuevas y nos acechan en las sombras.
De nuevo, Amalur escucho sus súplicas.
– Está bien. Voy a ayudaros una vez más, pero está será la última. Crearé para vosotros una flor tan hermosa que, al verla, las criaturas de la noche creerán que es el propio Sol y os dejarán tranquilos.
Y la Tierra creó la flor del Sol, Eguzkilore, que hasta nuestros días defiende las casas de los malos espíritus, las brujas, las lamias, los genios, la enfermedad, la tempestad y el rayo.
