El murajes o pimpinela ( Anagallis arvensis) es muy abundante en nuestro país, parece una planta de maleza está por todos lados… aqui sus flores son anaranajadas pero pueden ser de más colores; en el norte de Europa suelen ser moradas o azules.

Una anécdota sobre esta planta que me parece curioso es que en inglés lo llaman Poor man’s weather glass, es decir, “indicador del tiempo para los pobres” pues us flores siguen un horario estricto – se abren hacia las ocho de la mañana y cierran sus pétalos en torno a las tres de la tarde, para protegerse de los fríos nocturnos. No obstante, tanto el cierre como la apertura también parecen estar condicionados por el tiempo atmosférico, pues la clausura se adelanta cuando el aire es frío o ante una lluvia inminente, lo que impide la pérdida del preciado polen.

Tradiconalmente es considerado antifúngico, antiviral, cicatrizante, sedante, expectorante, ligeramente diurético y sudorífico. Las sumidades floridas poseen saponósidos: ciclamina y taninos.
El anagallis arvensis fue una planta empleada en toda Europa como remedio contra la locura y la epilepsia. Hasta el siglo XVIII se utilizó también para tratar la rabia. Su jugo fresco, diluido en agua o en infusión, ha servido asimismo para combatir catarros, bronquitis y toses.
Popularmente se ha usado el jugo de planta fresca, en aplicación tópica, en micosis cutáneas, úlceras tróficas y herpes zóster. En uso externo se recomienda como cicatrizante, para tratar enfermedades de la piel e incluso atenuar la mordedura de las serpientes, lo que hizo que fuera un componente básico en los zurrones de los peregrinos que recorrían el Camino de Santiago. Con esta hierba se preparaba el conocido “vino de murajes”, eficaz cura de llagas y heridas.
Todos estos usos tradicionales se han descartado hoy en día debido a su escasa efectividad y, sobre todo, a la toxicidad del murajes, ya que contiene saponinas que hacen poco recomendable su ingesta.