Hoy quería retomar a un eterno olvidado, el romero. Su aroma y su frescor son inconfundibles. Lo tenemos muy asociado a medicinal, a balsámico, a linimento y a aguas de colonia, muy encorsetado sobre todo a aromas masculinos y sin embargo, aporta a los perfumes una frescura especial.

Muchas grandes casas de perfumería comienzan a rescatar esta nota para composiciones modernas y diámicas. Las tendencias actuales de la perfumería evolucionan claramente hacia un retorno a las materias primas naturales como el romero, el tomillo o la mejorana. Las leyendas cuentan que el primer perfume con base alcohólica de la historia fue una mezcla de aguardiente y flores de romero a la que llamaron » agua de la Reina de Hungría»; así que por qué no darle al romero una segunda oportunidad.
Cuenta la leyenda que a finales del siglo XIV, ,en 1370, la reina consorte de Hungría Isabel Lokietek – Isabel de Hungría, aquejada de problemas de salud y dolores reumáticos, recibió un elixir de un alquimista. Se dice que la Reina, de más de setenta años de edad, rejuveneció de forma espectacular tras usar el tónico, que se aplicaba en grandes cantidades. El éxito del elixir se extendió rápidamente por las cortes europeas.

La receta varía según las fuentes consultadas, pero todas sostienen que se trata básicamente de una tintura de flor de Romero que debía ser recolectada y macerada al sol durante cuarenta días, a la que se le añadía agua de rosas y una mezcla de aceites esenciales; salvia, romero, lavanda, cedro, naranja, limón, azahar, menta y rosas; todo ello en una base de aguardiente. La fórmula de este elixir marcaría un punto y aparte en la historía d ela perfumería, al constituir el primer perfume con una base de alcohol de la historia.
El éxito del producto fue tal, además de por su agradable olor, por las propiedades rejuvenecedoras, casi milagrosas que se le atribuían, que ha trascendido los siglos e incluso hoy en día se pueden encontrar perfumes bajo la denominación de “Agua de la Reina Hungría” .