Jeanne Baret «botánica por derecho propio»

Jeanne Baret nació en 1740 en un pequeño pueblo de la Borgoña francesa. Pasó los primeros años de su vida en la granja de sus padres agricultores quienes le enseñaron a identificar las plantas por sus propiedades curativas convirtiéndose así en una experta en plantas, una campesina educada en medicina botánica. Cuando su padre murió , se convirtió en la institutriz del hijo del viudo Dr. Philibert Commerson . Seducido por la inteligencia y la lucidez mental de Jeanne, Commerson se enamoro de ella, le dio clases de botánica y le confió la preparación de los herbarios.

En 1764, Commerson fue nombrado botánico del rey Louis XV y, como tal, tuvo que emprender un viaje a las Tierras Australes, acompañando al oficial de marina y exporador Louis-Antoine de Bougainville como médico botánico de su Majestad. Commerson quería que Baret viajara con él y que lo ayudara a identificar y recolectar especies de plantas debido a su amplio conocimiento botánico, pero en aquel momento las mujeres tenían prohibido navegar a bordo de barcos la Armada francesa. Baret y Commerson idearon un plan para que ella pudiera unirse a la expedición, que consistió en disfrazarse de hombre y pasar a llamarse Jean, envolviendo su pecho con vendas y vistiéndose con ropa holgada para ocultar su género.

La vida a bordo no era sencilla para nadie, y menos para Jeanne, que no solo vestía como un hombre, sino que trabajaba como ellos para evitar sospechas. Tras tres meses, la expedición llegó  a Montevideo, las islas Malvinas y Patagonia, donde por fin Jeanne y su amante pudieron ejercer la botánica. Nadie descubrió su engaño hasta que llegaron a Tahití, donde unos nativos se dieron cuenta. Sin embargo, les dejaron continuar el viaje hasta Isla Mauricio, donde se casarían y, pocos años después, Commerson fallecería. Jeanne Baret se vio obligada a casarse de nuevo con un militar para poder volver a Francia.

Baret regresó a París en 1776, con más de 30 cajas selladas conteniendo 5.000 especies de plantas recolectadas durante sus viajes alrededor del mundo: 3.000 de ellas eran nuevas, el propio rey Luis XVI la felicitó y le concedió una renta vitalicia. Sin embargo, a pesar de la gesta lograda, su figura cayó rápido en el olvido.

Jeanne Baret falleció en Francia en 1807, a los 67 años, en con el único reconocimiento público de haber sido la amante del naturalista y botánico Philibert Commerson. Aunque Baret no recibió menciones por sus hallazgos en aquel momento, finalmente recibió el reconocimiento que merecía cuando una nueva especie sudamericana de la familia de la patata y el tomate, Solanum baretiae, fue nombrada en su honor en 2012. Tuvieron que pasar dos siglos para que a su gesta de circunnavegar el mundo y a sus descubrimientos se le diera la justa fama que nunca tuvo en vida.

Fue la publicación del libro El descubrimiento de Jeanne Baret (2010), de la escritora Glynis Ridley, la que sacó del anonimato la vida aventurera y el legado de una gran mujer de ciencia.

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