La encina – Ezkurrtze (Quercus ilex L.) es un árbol de 20 o 25 metros de altura, aunque a veces presenta porte arbustivo, de hoja perenne nativo de la región mediterránea. Tiene una copa ancha y extendida y una corteza gris oscura; primero lisa y luego agrietada con la edad. También se le conoce como chaparro/a o carrasca, y es uno de los pocos Quercus (por no decir el único) que tolera algo bien la sequía y las altas temperaturas veraniegas. La hojas son coriáceas, de color verde oscuro por el haz y algo más claras por el envés. Los frutos, las bellotas, son primero verdes y luego marrón oscuro cuando están maduras- maduran en otoño.

Las propiedades medicinales de la encina, al igual que las del roble, derivan de su riqueza en taninos, especialmente del ácido cuercetánico. Se utiliza la corteza, eventualmente las hojas y/o los brotes tiernos. Los taninos son astringentes (cierran y contraen los tejidos, capilares y orificios y tienden a disminuir la secreción de las mucosas), son antiinflamatorios, analgésicos y cumplen una función cicatrizante al acelerar la curación de las heridas y hemostática, al detener el sangrado. Utilizada popularmente también como antidiarreico y antiinflamatorio. Se preparan decocciones al para tomar o aplicarlas localmente en compresas sobre la zona a tratar (heridas y ulceraciones, hemorroides, sabañones, dermatitis, eritemas). Se puede emplear en forma de gargarismos con la infusión de la corteza para tratar afecciones bucales y de garganta, inflamaciones de encías, estomatitis, faringitis, gingivitis y en forma de baños oculares para tratar afecciones oculares como conjuntivitis, orzuelos y blefaritis.

Los taninos pueden irritar la mucosa gástrica, siempre estarán contraindicados en casos de úlcera gastroduodenal y estreñimiento.
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