Sacerdotes, druidas, brujos, hechiceras, herboleras, chamanes y sanadores fueron durante siglos los mejores conocedores de las plantas. Muchas de las mujeres consideradas brujas durante la Edad Media y la Edad Moderna eran en realidad excelentes botánicas que aprovechaban los recursos que les proporcionaba la Tierra para remediar los problemas de salud de su comunidad. Expertas conocedoras de sus usos, sabían cuándo y cómo recolectarlar las plantas, cómo prepararlas, conocían perfectamente sus propiedades. Saber utilizar las plantas, hongos, semillas… etc, les daba el poder de curar o de matar. Siglos y siglos de tradición, de enseñanzas y remedios aprendidos de generación en generación fueron la base de la mayor parte de la medicina moderna.
Hoy que se acerca Halloween, la festividad celta de Samhain quiero hablar de las brujas, de la famosa pomada de brujas y de un trio de plantas medicinales históricamente muy ligadas a la brujería. Hoy os mencionaré las tres más famosas – la famosa mandrágora, el beleño y la belladona; juntas formaban la triada de las brujas. Se dice que para volar, las brujas usaban un ungüento preparado con estas tres plantas con marcados efectos alucinógenos, todas contienen alcaloides del anillo de tropano (atropina, hiosciamina y escopolamina). Las pomadas eran preparadas principalmente con la grasa de cerdo que se fundía a baño maría a la que se le añadían las plantas trituradas en un polvo muy fino y se removían lentamente y se dejaba enfriar. Estos preparados eran untados horas antes de los akelarres en las zonas donde la piel es más fina para facilitar la rápida absorción de los principios tóxicos, como axilas, ingles y la frente, sin embargo, para tener una absorción más rápida y con efectos más intensos, se podía untar la pomada en la zona vaginal. Las leyendas cuentan que para aplicarla en la zona vaginal usaban una escoba y que por eso las brujas llegaban a los aquelarres montadas en escobas.
Vamos con la triada de las brujas:

La mandrágora (Mandragora officinalis) es una planta muy peculiar ya que su raíz se asemeja a la figura humana. Produce efectos somníferos y alucinógenos. Se ha usado como anestésico, y para fines mágicos, como para atraer el amor, la fortuna, e incluso para hacerse invisible y para encontrar tesoros. Es altamente tóxica.

El beleño negro (Hyoscyamus niger) – su consumo provoca una sensación de presión en la cabeza y los párpados , se disminuye la visión, los objetos se distorsionan y se presentan extrañas alucinaciones. Se entra en un estado de somnolencia que termina en una especie de borrachera. La simple inhalación del humo puede causar sensación de ligereza y de vuelo. Al igual que la mandrágora, es muy tóxica y mortal.
La belladona (Atropa belladonna) – es otra planta de la familia de las solanáceas, sus bayas son negras y brillantes, de un tamaño similar al de las cerezas. Su sabor es amargo y contienen un alcaloide llamado atropina, que en pequeñas dosis provoca alucinaciones, delirios y, en exceso, pérdida de memoria, parálisis y muerte. Una única baya puede matar a un niño. Destaca por producir excitación pisquica acompañada de alucinaciones, visión borrosa, y gran ligereza. La persona pierde el control y la facultad de hablar normalmente, sufre de euforia, risas, deseos de bailar y aumenta su apetito sexual. El envenenamiento de belladona es uno de los más letales, ya que, aunque se usen dosis bajas se pude causar la muerte.
No podía pasar sin mencionar otra de las plantas favoritas de las brujas el estramonio, la cual puede llegar a causar desvaríos temporales o incluso hasta locura permanente, produce modificación en la conciencia y de la percepción, que puede ser tan extrema que haya una pérdida total del contacto con la realidad. Su alta concentración de alcaloides como la atropina, escopolamina e hiocinamina se traduce en delirios, mareos y alucinaciones que fácilmente pueden conducir a la muerte. En pequeñas dosis produce vértigos, somnolencia, disturbios de la visón y disminución de la fuerza muscular. En dosis elevadas, la cara sufre de una especie de parálisis, la boca se reseca, el pulso se vuelve irregular y viene las alucinaciones. Es potencialmente mortal por algo le han dado el nombre de higuera del infierno, berenjena del diablo, hierba de brujos.
Otras de las plantas usadas en combinación con las anteriores son el eléboro, el opio y el acónito, la cicuta, la dulcamara…

En general, estas plantas llevaban a las brujas a entrar en trance, provocando intensas alucinaciones y tenían la clara sensación de volar y de tener visiones terroríficas.
Hoy en día, la acción de la belladona, el beleño y el estramonio se conoce a nivel molecular. Todos contienen los alcaloides tóxicos – atropina y escopolamina, dos sustancias relacionadas que actúan sobre el sistema nervioso parasimpático.
Químicamente, la atropina y la escopolamina se parecen a la acetilcolina. También se unen a receptores muscarínicos pero no estimulan la célula (es decir, actúan como antagonistas). De esta manera, la transmisión nerviosa se bloquea. La ingestión de dosis altas produce agitación y alucinaciones. El envenenamiento con unos 10 mg de atropina (o con menos en niños) conduce a la depresión central de las funciones vitales, que puede progresar hasta llevar al coma, colapso circulatorio y fallo respiratorio.
La atropina, la escopolamina y sus análogos sintéticos continúan usándose hoy en dia en medicina, principalmente para inhibir el sistema nervioso parasimpático. Para evitar sus efectos secundarios se aplican localmente (gotas oculares para examinar la retina, inhalación para enfermedades respiratorias), o se han desarrollado bloqueantes específicos de sus receptores (fármacos que reducen la secreción ácida gástrica para tratar las úlceras péptica y duodenal). Al bloquear la acción de la acetilcolina también mejora las alteraciones motoras de la enfermedad de Parkinson; sin embargo, con la introducción de fármacos que actúan específicamente sobre el metabolismo de la dopamina, los derivados de la atropina solo se usan para tratar síntomas tempranos o como terapia adicional.
En la actualidad, el uso más importante de la atropina es como antídoto contra el envenenamiento por el alcaloide muscarina (setas) o por insecticidas organofosforados. Estas sustancias sobreestimulan el sistema parasimpático. Para antagonizar sus efectos tóxicos, la atropina se inyecta hasta durante 48 horas. El médico monitoriza atentamente al paciente, poniéndole nuevas inyecciones tan pronto como reaparecen los síntomas muscarínicos, pero no muy seguidas para evitar la intoxicación por atropina