El haya, pago arrunta, pagondo (Fagus sylvatica) es un árbol de porte majestuoso que llega a alcanzar los 40 m. Su corteza es lisa y gris y sus ramas se disponen horizontales sobre el tronco principal, de manera que proyecta una densa sombra bajo su copa. Las hojas son caducas, simples, alternas, elípticas, con los nervios muy marcados y lampiñas por ambas caras excepto en el margen, que está lleno de pelillos que se ven muy bien a contraluz. Las flores son discretas, en forma de amentos colgantes y los frutos, los hayucos, tienen una cubierta leñosa o erizo con pinchos blandos que alberga en su interior 2 o 3 semillas de sección triangular.
El haya es un árbol que necesita suelos frescos y bien desarrollados donde la humedad ambiental sea elevada. La disposición de sus ramas horizontales y su rápido crecimiento favorecen la formación de bosques monoespecíficos donde difícilmente pueden crecer otras especies arbóreas, a no ser en claros y orlas, a excepción de acebos o tejos que soportan ciertas condiciones de umbría. Además a sus pies se acumulan restos de hojas, frutos y ramas cuya descomposición es lenta y poseen compuestos que inhiben la germinación y crecimiento de otras plantas -efecto alelopático.
La madera de haya es muy apreciada en la industria para la elaboración de diversos objetos, por destilación se obtiene creosota, un compuesto aromático desinfectante de la madera, y alquitrán. Fagus era el nombre que le daban los romanos al haya, a sus frutos y a su madera; sylvatica quiere decir ‘de las selvas’, ‘de los montes’.

Los hayucos son frutos oleaginosos que se consideran comestibles, maduran en otoño y era costumbre comerlos crudos una vez pelados, como si de pipas se tratara. Se les considera de mejor sabor que las bellotas, aunque en algunos lugares indican que dolía la cabeza si se comían muchos y por eso también solían tostarse. Antiguamente llegaron a recogerse para venderlos y extraer aceite, que se usaba para guisar, elaborar jabón y para los candiles. También se han usado los hayucos macerados en aguardiente para la elaboración de licores. En el País Vasco y Navarra estuvo extendida la costumbre de mascar hojas jóvenes de haya, como una forma de entretenerse el hambre y quitar la sed.
En medicina tradicional se han usado las infusiones y decocciones de hojas y corteza de haya como antiséptico, antidiarreico, cicatrizante, analgésico, antipirético, antitusivo y expectorante. En la corteza encontramos taninos (3-4%), ácidos orgánicos, betulósido y en las hojas : pentosanas, metilpentosanas, pigmento (idalina) y abundantes flavonoides, sobre todo quercetósido entre otros .
Popularmente los preparados de haya se emplean en el tratamiento de los síndromes gripales, resfriados, bronquitis, faringitis, odontalgias, diarreas y para «rebajar la sangre».
También el haya ha sido tradicionalmente utilizada para afecciones cutáneas; los hayucos proporcionan un aceite vegetal que se utilizaba para pomadas y el líquido resultante de la destilación de la madera seca de haya, de aspecto jabonoso, también se utilizaba para diversas afecciones cutáneas. En los brotes embrionarios de los hayucos del haya, encontramos un importante complejo vegetal rico en péptidos, flavonoides, hormonas vegetales y fitoestimulinas de importante interés fitocosmético frente al envejecimiento cutáneo.