La montañas siempre han tenido un componente sagrado para todas las civilizaciones y culturas, siempre vistas como un puente de unión entre la tierra y el cielo, testigos milenarios de las idas y venidas de la humanidad. En todas las tradiciones y pueblos símbolo de la proximidad con el mundo espiritual o divino, un punto de encuentro entre el cielo y la tierra, moradas de dioses y criaturas. Muchas son las montañas sagradas o aquellas en las que Dios se ha revelado a los hombres en la historia de las distintas religiones (los montes Fujiyama, Elbrouz, Sinaí, Tabor, Carmelo, Kailasa, Olimpo…).

Meta final de la ascensión humana, las peregrinaciones a las montañas sagradas simbolizan el despegue progresivo del hombre de la esfera cotidiana y su elevación espiritual. Lo que está claro y uno percibe nada más recorrerlas es su fuerza, un refugio espiritual.