La violeta silvestre (Viola sylvestris) es un planta vivaz y perenne de hojas con pecíolo largo y limbo acorazonado. Las flores son solitarias, de color liliáceo o azulado y cada una nace de un largo pedúnculo axilar. El fruto es una cápsula subtrígona. Aunque gusta de prados y bosques húmedos, está tan extendida que no es raro encontrala en los márgenes de caminos y jardines de nuestras ciudades como es el caso de la de esta foto – violeta de monte (Viola riviniana)

Antiguamente se decía que plantadas cerca de las puertas traseras ayudaban a mantener alejadas a las brujas y que para evitar la embriaguez debía llevarse puesta una corona de flores de violeta. Tradicionalmente consideradas protectoras contra los malos espíritus y capaces de producir cambios en la suerte y la fortuna. Siempre asociadas a los hechizos y filtros amorosos.
Las flores de violeta son ricas en mucílagos, poseen trazas de esencia, pequeñas cantidades de ácido salicílico y otros compuestos como la violamina. En la raíz podemos encontrar además alcaloides como la odoratina, diversas saponinas y ácidos orgánicos.
De la violeta se utilizan las hojas, las flores y también la raíz, aunque con fines distintos. Medicinalmente hablando la especie más utilizada en fitoterapia es la violeta común o olorosa (Viola odorata), aunque todas las violetas comparten propiedades medicinales. La violeta es una de las plantas pectorales más apreciadas en fitoterapia. Las saponinas y los mucílagos de las flores y de las hojas le otorgan propiedades demulcentes, antitusivas y antiinflamatorias y el ácido salicílico analgésicas y antipiréticas. Se ha empleado principalmente como antitusivo y expectorante para mitigar la tos y fluidificar las secreciones bronquiales, muy útil en casos de gripes, resfriados, faringitis o bronquitis. Además posee un ligero efecto diurético y laxante muy conveniente en pacientes febriles. Pueden prepararse infusiones con las hojas y las flores de sabor muy agradable y para los niños es especialmente útil el jarabe de flores de violeta, para ayudarles a calmar la tos y favorecer la sudoración y la expectoración.
Hipócrates en el S. V A. C. ya recomendaba las violetas para tratar las jaquecas, curiosamente aunque se desconoce cual de sus componentes es el responsable de ello, la violeta en infusiones o compresas aplicadas en la frente se ha usado desde hace siglos como remedio eficaz para aliviar las cefaleas y la jaqueca.
En la raíz encontraremos saponinas con acción emética que ayudan a provocar el vómito y alcaloides de acción hipotensora. La raíz en polvo o en decocción tomada en pequeñas cantidades se utilizaba para provocar el vómito en casos de intoxicaciones o empachos. Dado que a grandes dosis es emetizante es desaconsejable su abuso. La Comisión E recomienda evitar su uso terapéutico al considerar insuficientemente demostradas sus posibles aplicaciones terapéuticas.
Antaño las flores se aplicaban en cataplasmas como remedio para los moratones. La infusión de las hojas y flores también puede emplearse como enjuague bucal, para realizar gargarismos y para la limpieza palpebral.
Sus flores frescas sirven para la extracción de un aceite esencial perfumado que se utiliza en todo el mundo en perfumería y cosmética; es una de las esencias más agradables que existen, utilizada incluso en repostería y para elaborar exquisitas golosinas.